Lo de los papis en los vuelos es para hacérselo mirar. Dos de mis cuatro últimos vuelos también han sido horribles por culpa de dos críos (mejor dicho, de sus padres).
Vuelo de siete horas. Nueve asientos en línea agrupados de tres en tres. Yo en ventanilla y señor en pasillo. Al otro lado del pasillo, esposa, niño y niña. Niño con la barriguilla suelta y atufando de cuando en cuando. Pues adivina qué hicieron para librarse de la molestia.
Y en el de vuelta, otro crío dando chillidos, patadas y golpes sin cesar al asiento de mi amiga, junto al mío. En ningún momento se le ocurrió ni a la madre ni al padre cogerlo y darse una vuelta por el avión para que al menos desfogara un poco.
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