8.- Mi tío Jacinto (Ladislao Vajda, 1956)
Precedente de otra maravilla ('Papá Piquillo'), este neorrealismo patrio consigue ser un 'Ladrón de bicicletas' de la honradez en la posguerra y hasta te hace olvidar cualquier natural repulsa a la tauromaquia. No es poca cosa.
Precedente de otra maravilla ('Papá Piquillo'), este neorrealismo patrio consigue ser un 'Ladrón de bicicletas' de la honradez en la posguerra y hasta te hace olvidar cualquier natural repulsa a la tauromaquia. No es poca cosa.
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Totalmente hipnótica. Con momentos de absoluta poesía, otros surrealistas, pero siempre dependiente del magnífico hacer de sus actores y de una historia asombrosa. De las mejores óperas primas del cine español.
Casi cualquier cosa de Martín Patino. Por supuesto, también 'Nueve Cartas a Beta'. Me decanto por este por rodarse en clandestinidad y que parezca una reunión de amigos. Y por su fondo, tremendamente aterrador.
Por la cantidad de ideas cinematográficas que articulan la metáfora sobre cuánto pesan las raíces en la etapa adulta, tan deudora de 'Cría Cuervos...', esta película es un 'must'.
Bardem posee, seguramente, tres obras maestras del cine español. En esta, lo sencillo es su inmensidad. Consciencia obrera en un viaje iniciático y circular. De los retratos más ácidos que se han hecho de esa España en plena apertura.
Menudo mediometraje loquísimo: Juan Sin Miedo pero surrealista, mezcla de Boris Vian, Michael Gondry y el 'Brazil' de Terry Gilliam. Y crítica a la burocracia española eclesiástica. Normal que no se entendiese en su momento.
Una salvajada: cine dentro de cine (andaluz), sororidad del lumpen, trama de vodevil, metahumor, anticentralismo, tragedia. Lo tiene todo y no llega a 90'. A mayor gloria de Antonio Molina, sí, pero icónica sin saberlo.