Todavía me arrepiento, Abad, de lo grosero que fui en aquel momento, en el café debajo de la UNIAC. Pasó el año, la humildad me llegó dolorosamente, y quise disculparme, pero llegué demasiado tarde. Hasta la fecha estoy arrepentido de portarme como un pendejo contigo. Lo lamento mucho, amigo.
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