El uso ligero y generalizado del término fascista va a suponer un problema cuando la palabra acabe de perder del todo su significado original y se convierta en una especie de adjetivo manoseado para designar todo aquello que no apetece.
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EL PAÍS
Alumnos de Bachillerato que se amotinan contra un libro obligatorio de 300 páginas, universitarios de élite que han leído miles de tuits pero ninguna novela completa... ¿Tienen los jóvenes un problema con la lectura, o no leen lo que quieren sus mayores?
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