Te apuntaste a todos los regalos de cumpleaños del equipo. Pero llega el tuyo… y no hay regalo. Ni tarjeta. Nada.
¿Reclamas? ¿Te lo tragas?
La decepción se mezcla con una pregunta: ¿tan poco importo?
¿Reclamas? ¿Te lo tragas?
La decepción se mezcla con una pregunta: ¿tan poco importo?
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Pero no pasa. ¿Lo recuerdas? ¿Lo comentas?
Hay silencios incómodos que pesan más que la cuenta del restaurante.
Esperas mensajes de ciertas personas. Pero el silencio llega antes.
Duele. Porque uno espera que quienes importan, lo celebren contigo.
Y hablarlo te coloca en un papel incómodo: el de exigente, el de contable, el de “ya no amigo”.
Y aunque suene cursi, tres ideas ayudan:
1. La naturalidad no se fuerza.
2. La cortesía se cultiva.
3. Esperar siempre duele. Aprende a soltar, sin rencor.