Para llegar a Murcia fui en tren hasta la última estación, allí me recogió un coche de caballos. Una anciana pasajera me advertió en una lengua desconocida y me regaló un crucifijo y dos limones. Al llegar al Desfiladero de Burgos el cochero me ha hecho bajar. No sé atrevía a acercarse más.
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Rober
Menos mal que no has hecho que conozcamos también Murcia.
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Todo lo demás es tal cual.